La mayoría de perros jóvenes, y no tan jóvenes, necesitan relacionarse con otros perros. Para algunos, es una NECESIDAD. Lo sabes, lo ves, le encanta saludar, jugar, explorar. Y es normal, es parte de su desarrollo poder interactuar y aprender cómo otros se comportan y comunican para convertirse en un adulto equilibrado.
Así que buscas opciones para que derroche toda esa energía de manera controlada y “libre”.
Por distintos motivos, que otro día trataré, los “pipican” o “correcan” (como los llaman en mi zona) no son santo de mi devoción. Sin embargo, en ese intento de darle oportunidades de conocer otros perros (y sin éxito con otras más naturales), durante varios días decidí llevar a Nano a los parques caninos más cercanos.
Igual te ha pasado. Tu perro llega al pipí can y se transforma. Cola en alto, jadeos, ojos brillantes, todo su cuerpo en tensión. No puede esperar para entrar, correr, olfatear, jugar, saltar. Se mueve de un lado a otro sin parar, con una energía desbordante, puro entusiasmo. Incitando a correr a los otros perros, tratando de conocerlos a todos en el menor tiempo posible, modo “fast dates”.
Y entonces, poco después de ese subidón, para y… DIARREA!. Allí mismo.
Es fácil pensar que es casualidad, que no tiene relación. “Le habrá sentado mal algo que comió”, “algo de nervios, por la emoción”, “algún virus oportunista”.
Pero no es una coincidencia. Es la respuesta fisiológica del estrés, un síntoma, y ocurre tanto en situaciones negativas (miedo, ansiedad, angustia) como en las que parecen positivas (excitación, euforia, entusiasmo). Como el tema de poner etiquetas y nombrar ayuda a clarificar conceptos, algunos autores se refieren a “eustrés” y “diestrés” para categorizar el estrés en positivo y negativo.
A mí esa clasificación no me convence. El estrés no es bueno o malo en función de lo que lo produce, del estímulo o la situación, lo es en función de la gestión que el organismo puede hacer y de cómo se recupera.
Cuando es demasiado repetitivo que no permite la recuperación o demasiado intenso, es cuando puede alterar el equilibrio de forma permanente. Entonces es cuando se producen daños internos que afectan a la salud, y por supuesto, al comportamiento.
Lo que está pasando en el cuerpo cuando el perro se sobre excita
Cuando tu perro ve a otros perros, anticipa el juego o simplemente se activa en exceso, su sistema nervioso entra en modo alerta. Se liberan adrenalina y noradrenalina, hormonas que preparan al cuerpo para la acción Esto genera una cascada de reacciones fisiológicas:
- El corazón se acelera.
- La presión arterial sube.
- La glucosa en sangre aumenta para dar energía rápida.
- Los músculos se activan y están listos para moverse.
- La sangre se redistribuye: va a los músculos y al cerebro, pero se aleja del intestino.
Y aquí está el problema. El sistema digestivo se queda sin el flujo sanguíneo necesario para funcionar correctamente. La digestión se ralentiza, el intestino pierde motilidad normal y, cuando el cuerpo intenta compensarlo, el resultado es un tránsito acelerado que termina en diarrea inducida por estrés.
Si esto pasa de manera esporádica, el cuerpo se reequilibra. Pero si se repite constantemente, se convierte en un problema crónico.
El estrés positivo se convierte en negativo cuando se cronifica
El intestino no es solo un tubo que digiere comida. Es un órgano altamente inervado y está lleno de neuronas que se comunican con el cerebro a través del eje intestino-cerebro.
Cuando el estrés (sea positivo o negativo) es constante, este eje se desajusta. Y empiezan los problemas:
- Alteraciones en la microbiota: el estrés afecta el equilibrio de bacterias intestinales, reduciendo la diversidad y favoreciendo la inflamación. Algunas de estas bacterias son clave para la producción de moléculas necesarias para la salud intestinal y el bienestar emocional, como la serotonina.
- Déficits en la absorción de nutrientes: un intestino estresado no asimila bien vitaminas, minerales ni aminoácidos esenciales, lo que afecta directamente la salud del perro.
- Pérdida de serotonina y GABA: la mayor parte de la serotonina se produce en el intestino y es necesaria para una correcta motilidad digestiva. Cuando la microbiota está alterada, la producción de serotonina disminuye, afectando tanto la digestión como la regulación emocional. Pero además, del intestino dependen los precursores de la serotonina que se produce en el cerebro, y que influye en el estado de ánimo.
- Inflamación intestinal crónica: el estrés aumenta la permeabilidad intestinal, permitiendo que toxinas pasen al torrente sanguíneo. Esto puede generar neurotoxicidad, reacciones inflamatorias e incluso afectar la función cognitiva y conductual.
De la diarrea al comportamiento: cómo se rompe el equilibrio
Ahora bien, esto no se queda solo en el intestino. Un perro que no digiere bien no solo sufre problemas digestivos. Su bienestar emocional también se ve afectado.
El estrés mantenido altera la producción de ácido clorhídrico en el estómago y de enzimas digestivas. Sin una digestión estable, el cuerpo no genera suficientes neurotransmisores esenciales para la calma y el autocontrol. ¿Y qué pasa cuando un perro tiene menos de estas sustancias?
- Es más reactivo.
- Se frustra más rápido.
- Tiene menos capacidad de gestionar la excitación.
- Puede volverse más impulsivo y desarrollar conductas compulsivas.
¿Te suena? Es un círculo vicioso: el estrés digestivo genera más estrés emocional, y el estrés emocional altera aún más la digestión.
Esto es lo que le estaba pasando a Nano. Fueron solo unos pocos días, pero enseguida relacioné las diarreas con los momentos de pipican y decidí pararlo de inmediato. Porque Nano venía de un abandono en la calle de cachorro, con deficiencias nutricionales que habían afectado a su desarrollo físico. Su sistema digestivo estaba inestable, y la prioridad en su adaptación a su nueva vida con nosotros era estabilizar su digestión y fortalecer su cuerpo.
Cómo romper el ciclo y devolver el equilibrio
El bienestar de tu perro no es solo una cuestión de educación, de normas o de ejercicio. Es una interrelación de muchos aspectos, piezas de un puzzle. Un equilibrio entre su biología, emociones, temperamento y vuestro entorno particular.
Por eso mi enfoque es integral. Porque los síntomas son respuestas al entorno, información que nos ayuda a entender lo que el perro no puede decir con palabras. Aprender a observar sus expresiones, su postura, su movimiento y sus reacciones, e interpretarlas. Profundizar en las causas e intervenir sobre ellas es lo que realmente cambia la situación y la conducta.
Si esto te resuena y quieres ayudar a tu perro a encontrar su equilibrio, puedo acompañarte en el proceso. Porque eso es EDUCAR de forma global.
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